La caída del Muro de Berlín


A principios de 1990, ya establecido como Analista de Sistemas en Instituto Cubano de Hidrografía (ICH), mi jefe, el Capitan de Fragata Ángel García (Angelito) me seleccionó para pasar un curso de formación en Berlín, todavía la antigua República Democrática Alemana (RDA).

Al ICH le asignaron, como parte de la colaboración de Cuba con el CAME, una minicomputadora alemana Robotrom con un sistema de procesamiento de Imágenes llamado Image-C. Por aquel entonces yo estaba desarrollando el GIS Telemap, con un fuerte componente de tratamiento de imágenes.


Los planes y compromisos con el bloque socialista eran tan rígidos, que no habían previsto la llegada de la tecnología de Microcomputadoras personales, que ya por la época eran más potentes y fáciles de usar que el objeto de este viaje. Tampoco previeron que a aquella colaboracion le quedaban semenas o quizas meses, creo que nadie podia entonces imaginar que rapido seria todo.

Angelito sabia perfectamente de lo obsoleto de la tecnologia, pero no perdió la oportunidad de reafirmar el viaje para que me sirviera de experiencia profesional y humana. Esto supongo que fue asi, pues nunca hablamos personalemte sobre el asunto.

Salí para Berlin en la primavera de 1990, en plena celebración del mundial de football de Italia. Unas semanas antes de mi llegada, el 9 noviembre de 1989 ocurria uno de de los momentos más significativos de la historia mundial del siglo XX: en esa noche, se abrieron los puntos de control a lo largo del Muro de Berlín, la frontera de alta seguridad que rodeaba a Berlín Occidental y separaba esa isla de la República Federal de Alemania del territorio de la RDA. Veintiocho años después de su construcción, el muro se abrió de nuevo.


Con un tiempo agradable y suave, me hospedaron en un pequeño hotel a las afueras de Berlín, cerca de la fábrica de estos equipos Robotrom y al lado de un cementerio que utilizaba como pista para hacer footing.
Por la mañana acudía a las clases de Procesamiento de Imagenes en la propia fabrica y por las tardes salía a pasear, hacer deporte y comprar comida.

Todavía recuerdo el olor a embutidos que había en las calles de Berlin proveniente de los puestos ambulantes de venta de pan con butifarras y salsa típica alemana.



Lo más interesante de este viaje no fue la experiencia informática precisamente. Lo único e irrepetible fue la vivencia política de "ver recien caido" El Muro de Berlín.

Describo los acontecimientos que más me llamaron la atención de esta vivencia en primera persona:

- El dinero que me entregaron para mi manutención eran "Marcos blandos", es decir, la moneda de la antigua RDA.

- Con este dinero, mi nivel adquisitivo aumentaba por días, ya que todas las tiendas de Berlín Oriental estaban en liquidación de sus stocks de productos socialistas, que eran sustituidos por productos occidentales

- A finales de mayo de 1990, me acogí a una ley que permitía cambiar los Marcos blandos por Marcos duros en una proporción de 2 a 1. Esto determinó que por primera vez en mi vida era portador de "Divisas occidentales" de forma legal.
Marcos "blandos" de la RDA

- A principios de Junio, crucé la "Puerta de Brandenburgo" hacia Berlín Occidental. Lo hice las primeras veces con una mezcla de miedo y emoción por conocer el mundo occidental. La guerra fria habia terminado en Alemania, pero para los oficiales cubanos de seguridad del estado que trabajaban en Berlin, las ordenes no estaban claras. A cada paso miraba para atras para saber si me estaban siguiendo, con ese síndrome de persecución que me ha acompañado toda la vida.

Muro de Berlin, cerca de la puerta de Brandenburgo

- Visité por fin un país capitalista, sus centros comerciales, parques, museos. Conocí en carne propia el "consumo capitalista".

- Leí por primera vez el periódico español "El País". Quedé encantado con la libertad de prensa y enamorado de este gigante del periodismo en español. Conocí a un matrimonio de españoles radicado en Berlín Occidental que estaban leyendo un periódico en español, y les pedí que me lo prestaran 24 horas para ponerme al día con el mundo, pues el resto había que consumirlo en alemán. Confiaron y me dejaron el periódico que devolví en el siguiente viaje a través del muro. Me tenían otro ejemplar que volví a intercambiar con el anterior como si de una librería se tratara. Así pasaron mis últimas semanas con información actualizada de noticias leídas de la versión “ultramar” de El País.

- El Metro de Berlín era una maravilla, seguro, confortable y sobre todo puntual. Tenía tramos subterráneos y tramos al aire libre, cosa que no había visto en Metros de ciudades sovieticas.
Pero lo más llamativo era cuando llegaba a estaciones fronterizas con El Muro, donde concluías el recorrido, aunque físicamente podías continuar pues su trazado se hizo antes que El Muro.  Pues en los días finales disfrute del “desbloqueo” de estas estaciones fronterizas que dejaron de serlo para convertirse en una más del recorrido a lo largo y ancho del Berlín total.

En el Reichstag Building

Al regreso, poco tenía que contar de lo aprendido profesionalmente. Mis experiencias describían el gran momento histórico que había vivido, pero me traje el certificado de curso aprobado para casa


La Familia nació en Berlín.
Y un hecho marco para siempre este viaje y mi futura familia. Mi novia Mayte me llamó llorando desde La Habana para decirme:
- Estoy embarazada, quiero que regreses cuanto antes.

Después de esa llamada no volví a dormir tranquilo hasta mi regreso. Perdimos el fruto de ese primer embarazo de Mayte, pero a pocas a semanas de mi regreso nos casamos el 6 de septiembre de 1990 como comienzo de muchos años fecundos de edificación de la familia Pérez Pérez.


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